30 septiembre, 2016 En Sin categoría
El mar rompe solitario su oleaje en las rocas. El sol me regala unos rayos que acuden con fuerza insolente a mi piel. Tumbada y desnuda al borde del Atlántico, el salitre me devora los labios que humedezco para poder saborear el recién estrenado otoño en las calas del sur.
Ahora me apetecen tus manos explorando mi cuerpo. Unas caricias que ericen mi nuca y acompañen la brisa marina.
Las gotas llegan a mi rostro y juegan a hacer desaparecer el calor intenso que me hacen saber que vivimos en el paraíso permanente de las Islas Afortunadas.
Mirando al horizonte, disfruto al seguir el velamen de los navegantes. Las gaviotas te dejan su sonido y los cinco sentidos disfrutan tu mañana de mar.
Término los pequeños sorbos de Hollera que quedan en mi copa. Me siguen apeteciendo tus manos infinitas rodeando mi cuerpo.
